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Devolvamos al ambiente el lugar que le pertenece

Actualizado: 16 ene 2022

Cuando comenzamos a plantearnos la idea de crear Piensa Sostenible, no tardamos mucho tiempo en comprender que, a pesar de su aparente simpleza, el proyecto era un poco más complejo de lo que habíamos imaginado inicialmente. Su dificultad no solo radicaba en los problemas clásicos de las organizaciones sin fines de lucro, sino que también —y en gran medida— en la invitación que directa e indirectamente queríamos realizar. Fue así como nos encontramos con el primer desafío: debíamos sentar las bases conceptuales en relación con nuestro propio nombre y, especialmente, con el concepto de sostenibilidad.


Foto: Pablo Jiménez Zavala.


Como se sabe, la sostenibilidad ha sido un concepto variopinto: existen diferencias de origen, otras en relación con su contenido, desarrollo y aplicación (desarrollo económico-social versus ecológico) e incluso algunas que derivarían de un error de traducción (“sustainable” / “sustainability”), entre otros. El punto en común es que no todos entendemos lo mismo cuando hablamos de sostenibilidad. Así, en esta primera entrada de nuestro blog, queremos comenzar por las bases, e invitar a nuestros lectores a revisar y analizar este concepto, ejercicio con el que no solo pretendemos cumplir con uno de los principales objetivos que acusa nuestro nombre, sino que, además, dar a conocer parte de la visión que impulsa a nuestra asociación.


El concepto “sostenibilidad” fue introducido formalmente en el año 1987. Para ese entonces ya existía importante evidencia y una creciente preocupación entre la comunidad científica, sobre el impacto del crecimiento económico y su rol en el deterioro del ambiente. Es en este contexto que la Organización de Naciones Unidas (“ONU”) abocó sus esfuerzos en adoptar acuerdos destinados a conciliar el desarrollo económico, social y el cuidado del medio ambiente. Para ello encargó numerosos estudios, dentro de los cuales destaca la publicación denominada “Nuestro futuro común” (conocido también como “Informe Brundtland”), en la que participaron diversas naciones y en el que se acuñó el concepto de “desarrollo sostenible”, declarándose: “Está en manos de la humanidad asegurar que el desarrollo sea sostenible, es decir, asegurar que satisfaga las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer las propias”.


Cinco años después de la presentación del Informe Brundtland, en la Declaración de Río de las Naciones Unidas (1992), se planteó que para lograr el “desarrollo sostenible” era necesario llevar al equilibrio las dimensiones económicas, sociales y ambientales. Es decir, surgen —a lo menos— dos conceptos que, con el paso de los años, y en nuestra propia opinión, tienen efectos muy distintos: “desarrollo sostenible” y “sostenibilidad ambiental” —o lo que entenderemos como “sostenibilidad” propiamente tal—. En cuanto al primero, el concepto clásico de desarrollo sostenible exige que las medidas destinadas a dicho objetivo deben ser económicamente viables, socialmente equitativas y respetar el medio ambiente, lo que pue de resumirse en estos clásicos círculos de interacción, dónde el sector X representa el área del desarrollo sostenible:






Al respecto, nuestra primera conclusión es que como Corporación no comulgamos con esta acepción, ya que los años han evidenciado que tiene —a lo menos— dos grandes problemas: en lo teórico, no es posible entender que las tres variantes pueden encontrarse en una situación de igualdad y equilibrio, menos si la definición tiene un fuerte contenido antropocentrista; y, en lo práctico, es la variante económica, derivada de entendimiento global sobre “desarrollo”, la que ha primado por sobre las demás, reduciendo al elemento social al puesto de un mero beneficiario del éxito económico, y a lo ambiental, a una simple herramienta al servicio de los demás factores.


Creemos que allí radica parte del problema y la razón que explica por qué, en más de 30 años, el desarrollo sostenible no logró su objetivo; asegurar que satisfaga las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer las propias, como ya se comentó. Con ello no queremos decir que los esfuerzos implementados a partir del Informe Brundtland hayan sido negativos; por el contrario, paradójicamente podemos observar que las iniciativas con contenido ambiental aumentaron exponencialmente y permearon desde lo sanitario, a lo social e incluso al área económico-empresarial. Sin embargo, los impulsos y las medidas no han sido suficientes y las condiciones de vida en el planeta están cada vez más deterioradas.


A modo de ejemplo, el avance de la desertificación, la contaminación, la degradación del suelo y el aumento de la temperatura global son algunos de los problemas de mayor visibilidad, y desde hace algunos años al presente, la extinción de especies o pérdida de la biodiversidad, y la ausencia de agua suficiente para abastecer mínimamente el consumo humano son temas recurrentes, gravísimos; desde 1990 el efecto de calentamiento que ejercen los gases de efecto invernadero de larga duración ha aumentado en un 43%, siendo el CO2 el causante de aproximadamente un 80% de ese incremento[1]. A nivel internacional existe cierto consenso; la “actividad humana” es la principal causa de esta crisis.[2]


Dicho lo anterior, y creemos que para poder hacer frente a los problemas ambientales debemos pensar y refundar el concepto comúnmente aceptado de sostenibilidad, superando la concepción representada en el triángulo de equilibrio o área de interacción dónde los factores económicos, sociales y ambientales se interrelacionan en igualdad. Como se dijo, en dicho modelo es central el desarrollo y no la sostenibilidad, el elemento económico es y será el elemento más importante. Tan claro es, que incluso la métrica utilizada para definir actualmente el “desarrollo” es el Producto Interno Bruto (PIB), mediante el cual se mide todo aquello que ha supuesto una transacción monetaria. Por otro lado, existe una mirada reduccionista respecto a los sistemas mandatados a implementar medidas, ya que se espera que cada organización logre su propio desarrollo sostenible, sin observar que las dinámicas ambientales son confluentes, dinámicas y sinérgicas dentro de un territorio compartido. Asimismo, el orden administrativo dentro de los países insiste en no observar la capacidad de carga del sistema ambiental. Esto es un error garrafal, ya que es dicho sistema el que determina la capacidad de producción económica del entorno y puede otorgar a las personas que habitan dicho territorio posibilidades futuras para el aprovechamiento de los recursos naturales ahí existentes, garantizando eventualmente su desarrollo económico[3] futuro.


Reconociendo que las actividades en cada territorio se enfrentan a una constante perturbación, creemos que una mirada adecuada, que exprese mayor amplitud en términos ecosistémicos, puede aportar más beneficios reales que dejar el trabajo sobre la sostenibilidad en manos de cada uno en forma individual.

Para repensar el concepto de sostenibilidad, creemos provechoso referirnos a la mirada del economista chileno, Manfred Max Neff[4], quien plantea que si consideramos las condiciones que determinan la subsistencia humana —los elementos economía, sociedad y medioambiente— estos no tienen igual importancia, toda vez que el componente ambiental —en su concepción, “la biósfera”— condicionan la vida de las personas, siendo a su vez las personas un elemento más importante que los intereses económicos. De hecho, una de sus frases más conocidas indica que “La economía está para servir a las personas y no las personas para servir a la economía”. De esta forma, podemos decir que el modelo planteado por este economista no busca un punto de equilibrio, sino que expresa límites y jerarquías entre los elementos de la triada de desarrollo sostenible, entendiéndose de la siguiente manera:







Esta concepción de sostenibilidad es el que hemos adoptado como parte de nuestra visión, estando abiertos a que los años, las exigencias y la experiencia nos impulsen a incluir y mutar para lograr la tan deseada sostenibilidad ambiental. Creemos, en síntesis, que debemos devolver al ambiente el lugar que le pertenece, el que como sociedad global y en nuestro esfuerzo por lograr una vida mejor, le hemos arrebatado muchas veces con poca conciencia y visión a largo plazo.


Finalmente, estamos convencidos que la puerta de la participación y cooperación sobre estos temas permitirá arribar a conclusiones más coherentes con el contexto, las necesidades y las expectativas de las personas y el ambiente, logrando la perdurabilidad real de los territorios. Es por ello que dejamos la pregunta abierta a nuestros lectores ¿Cómo crees tú que debemos entender la sostenibilidad?


El Directorio


Referencias bibliográficas

AZKARRAGA, MAX-NEEF, FUDERS y ALTUNA (2011): La Evolución Sostenible (II), Apuntes para una salida razonable. Lanki.

BERMUDEZ SOTO, Jorge (2018): Fundamentos de Derecho Ambiental. 2da edición. Ediciones Universitarias Valparaíso.

YUNUS, Muhammad (2018): Un mundo de tres ceros: La economía de pobreza cero, desempleo cero y cero emisiones netas de carbono. Paidós.

NAVARRETE, Pedro: Reflexión Sistémica del Fenómeno Económico. Propuestas para entender la crisis. Centro para la integración, ingeniería y sociedad. USACH.

GOMEZ GUTIERREZ, Carlos. El desarrollo sostenible: conceptos básicos, alcance y criterios para su evaluación. Habana, Capítulo 3. UNESCO.

[1] Noticias ONU: “Se alcanzan niveles récord de concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera”. Visto en: https://news.un.org/es/story/2019/11/1465851 [2] Quinto Informe de Evaluación año 2013 – IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático): “ahora la ciencia demuestra con una seguridad del 95 por ciento que la actividad humana es la causa dominante del calentamiento observado desde mediados del siglo XX.” [3] Entendiendo a la economía en su concepto amplio y no puramente asociado al modelo económico predominante actual. [4] Galardonado con el Premio Nobel Alternativo de Economía en el año 1983 https://www.max-neef.cl/.

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